Por Neil McCormick
Hoy (lunes 10) es el cumpleaños 50 de Bono. El cantante de U2 ha estado en el planeta por medio siglo, aunque para algunos probablemente les parezca más. Líder de una banda desde los 15, una estrella de rock desde que tenía 21, una superestrella mundial a la edad de 27, Bono se transformó en una de las más ubicuas celebridades en el planeta, moviéndose entre en el mundo del espectáculo y el político por el puente del activismo caritativo.
Inmediatamente reconocible por sus lentes marca registrada y su encanto irlandés en alza, Bono puede ser el más polarizado, amado u odiado, personaje en la cultura pop moderna. Para los fans, y hay diez millones de ellos, él es la más grande estrella de rock de nuestra era, un pasional heredero del activismo artístico de John Lennon, líder de una de las extraordinarias (y de mayores ventas) bandas de nuestros tiempos. Para sus detractores, él es un vanidoso insoportable, un molesto auto denominado Dios hacedor de buenas obras siempre pegando su rostro donde no tiene cabida, no elegido, en representante mesiánico de la pobreza del mundo, un narcisista impulsando su autoestima por intimidación y adulando a otros para pensar en lo peor de ellos mismos mientras hipócritamente vive una vida indulgente de un súper rico, sobre privilegiado defraudador fiscal. Pienso que esto cubre todo.
Como un amigo y admirador de mucho tiempo, nunca he logrado entender por qué hay gente que se altera con alguien que obviamente trata de hacer el bien, y de hecho por qué hay gente que está tan dispuesta de atribuir valores negativos a intensiones claramente positivas. Lo he defendido a Bono antes, que solo desata crecientes torrentes de abuso. En mi experiencia como un bloguista prolífico de música, he aprendido que hay dos cosas que no puedes decir sin ser venenoso: criticar a Abba, o elogiar a Bono.
Me parece que esta polaridad de opinión con respecto a Bono se ha vuelto muy extrema, la gente ya no lo trata como un ser humano. Más bien, él es una especie de idea de una imagen de una caricatura de una caricatura, y no importa lo que él diga o haga será tergiversado de una u otra manera para servir a las pro y anti opiniones de Bono, santo o diabólico.
Lo peculiar para mí, por supuesto, es que no solo conozco a Bono, lo he conocido desde antes que fuera Bono. No siempre fue una estrella de rock, pero siempre fue complejo, lanzado, pasional, pícaro pero intensamente bien intencionado y esencialmente sincero. Es un año mayor que yo, y siempre lo admiré y lo consideré un poco héroe incluso en los corredores de la escuela secundaria en Dublín. Era un gran tipo entonces, y es una gran tipo ahora. Está casado con su amor juvenil, nuestra compañera de clases Alison Stewart, lo que sería un gran logro incluso si no fueras una estrella de rock con toda la indulgencia y privilegios que permite la carrera. Tal es su ubicuidad mediática, que el moderno Bono a veces parece ser conocido por cada significante figura en el planeta, desde papas a presidentes, a estrellas de cine y a súper modelos, pero en realidad aun se junta con algunos de los mismos amigos de aquellos días. Es divertido estar con él, es inteligente, entretenido y un gran integrador, tanto que involucra a la gente, recordando nombres de las personas, preguntando sobre esposas e hijos, haciendo sentir a la gente que no todo es sobre él sino de todos los presentes. Y es tan pasional creyendo en el poder positivo de la gente de cambiar el mundo que es un personaje altamente inspiracional de estar cerca.
Recuerdo el momento cuando la estrella de rock interna fue liberada, en el gimnasio de la escuela Mount Temple, en el otoño de 1976, cuando la banda que se convertiría en U2 tocaba su primer concierto. Parado en el escenario de tablas del colegio unidas por cinta adhesiva y, la banda tocando 'Show Me The Way' de Peter Frampton, él tomó el micrófono y empezó pisar fuerte y a gritar. Fue como una carga eléctrica pasando a través de la sala. Las chicas en el gimnasio empezaron a chillar. Fue un momento transformador, sin lugar a dudas. "Fue realmente un sentimiento de liberación," me dijo Bono alguna vez. "Es como haberse arrojado al mar y descubrir que puedes nadar. Todo cambió para mí, por que ahora se lo que quiero hacer el resto de mi vida."
Y así Bono se convirtió en estrella de rock. Pero nunca paró de ser el mismo. Ahora tiene 50 años, está casado con hijos propios, es un esposo leal, un gran padre, un tipo realmente agradable. Cuando lo veo ahora, puedo reconocer el chico dentro del hombre. Deseo que más gente lo pueda ver. Pero, en treinta años de rock and roll, sus detractores no han logrado derrumbarlo. Apuesto que él les va a alterar los nervios por un tiempo más.
Fuente: Telegraph.co.uk