Inner Circle, círculo cercano o círculo íntimo. Quedémonos mejor con esta última definición para contar el nombre del sector desde donde vi el show del miércoles de U2. Es, sencillamente, para fanáticos. Está pegado al escenario y con sólo alzar la mano (y esquivar algún que otro guardia de seguridad) es posible tocar a los músicos, cuando caminan por las pasarelas que se desplazan sobre nuestras cabezas.
Somos del círculo íntimo de U2, es lindo de pensar esto cuando entre nosotros Adam Clayton pasea con su bajo y vestimenta blanca de vetas psicodélicas. Su sonido es demoledor, como todo el que se escucha aquí abajo. Hay una mezcla de sonido para el estadio y otra, especial, para los integrantes del Inner Circle. A medida que se suceden las canciones, los fans van, cámara en mano, persiguiendo los movimientos de sus ídolos. Nadie está quieto aquí; todo es movimiento. Ni hablar cuando The Edge y Bono, cada uno en una pasarela, terminan encontrándose en el aire y chocándose las manos. Abajo chocan los seguidores de Bono y de The Edge y, lejos de pelear, hay satisfacción por el encuentro.
Estar en el círculo íntimo, además de dar una sensación de pertenecer, es como ver a la banda tocando en un pub, alejados de la garra y la parafernalia tecnológica del 360° Tour. Verlos de cerca es verlos de verdad. Es cierto que Bono es petisito. Pero también es cierto que las risas entre ellos son genuinas, que la están pasando bien, aún después de 35 años de rockear y de girar por el mundo.
Por dos horas, fui parte del círculo íntimo de U2, una experiencia altamente recomendable y muy difícil de borrar de la memoria. 3.000 fanáticos por noche lo pueden certificar.
Fuente: Clarin.com