U2 están de vuelta. Que empiecen los juegos del hambre, porque aquí solo puede quedar uno. Con varios bandos enfrentados, cada cual desde su distrito correspondiente, lanzando sin filtro las más diversas sentencias, por supuesto irrefutables todas ellas.
Este peculiar abanico comienza en un extremo con calificativos coloristas en plan sublime, excelso y soberbio, para ir progresivamente transitando hacia el opuesto, donde solo hay oscuridad, decepción, fiasco e incluso disgusto. Y no hay medias tintas, nada de grises.
Al final, eso es fantástico, porque cualquier creación artística aspira a provocar una reacción, ya sea positiva o de rechazo. Y es normal que la banda clásica más grande del planeta (con permiso de los Rolling Stones) genere filias y fobias superlativas.
Eso sí, como buenos fans, lo que no toleran los seguidores de U2 es que las críticas malas vengan “desde fuera”. Que estén perpetradas con inquina manifiesta por otros que no pertenecen a la tribu, que nunca han sentido la punzada en el corazón por algún tema de los irlandeses.
Por eso, en numerosas ocasiones se ve al fan promedio de U2 defendiendo al cuarteto ante agentes externos, aunque él mismo en su fuero interno les conceda parte de razón. Y precisamente por eso, las críticas más feroces surgen del núcleo duro que sustenta al grupo.
Porque ocurre que al fan de U2 le molesta que Bono, The Edge, Adam Clayton y Larry Mullen Jr publiquen canciones que no estén a la altura de su propio legado. Y eso provoca una amargura inconsolable que, al poco, se transforma en resentimiento.
41 AÑOS EN ACTIVO
¿Pero puede un grupo de rock con 41 años en activo con exactamente los mismos cuatro miembros parir ahora una obra sobresaliente? ¿Ahora que van camino de cumplir sesenta años? Y otra pregunta de más calado: ¿Acaso el mundo espera y necesita otro gran disco de U2?
Los fans de los irlandeses desde luego lo esperan y lo necesitan. Y el grupo quiere hacerlo, pero no coinciden en las formas, pues mientras que U2 se mantiene firme en su empeño de sonar en radiofórmulas con un hit para llegar al público joven, sus seguidores de siempre, ya también talluditos, quieren otra cosa.
Mencionamos antes a los Rolling Stones y les recuperamos para recordar que su último single de éxito fue “Anybody Seen My Baby” en 1997. Cuando Mick Jagger y Keith Richards tenían 54 y 53 años, respectivamente, y el mundo del pop era bien diferente al actual.
En esas dos décadas han cambiado mucho el panorama y las tendencias musicales. Y casi sin darnos cuenta nos encontramos con que Bono y Adam Clayton tienen 57 años, The Edge 56 y Larry Mullen suma 55. ¿Cómo es posible que sigan empeñados en llegar a una nueva generación? Pues porque nadie lo ha conseguido a esas edades. ¿Competir en listas con Taylor Swift y Justin Bieber? ¿Qué?
U2 pertenecen a los años ochenta y noventa del siglo pasado. Ahí está su verdadero y lustroso legado. Quienes fueron madurando en aquel tiempo lo saben bien. Y por eso les gustaría que U2 fueran más de culto, más como R.E.M. en su momento, más The Cure, más Depeche Mode, más Simple Minds. Que siguieran a lo suyo y pasaran de las listas de éxitos, vaya.
Pero estos irlandeses cincuentones siguen empeñados en ser comerciales, en conectar con la chavalería milennial. ¡Anatema! Compitiendo, además, con jovencitos y jovencitas que les ven como mastodontes, como supervivientes de una época pasada en la que los artistas vendían millones de discos.
Como una época pasada en la que, de hecho, ¡se hacían discos! Es decir, se componían canciones para un disco y luego se difundía en vinilos y CDs que se vendían en tiendas a las que había que acudir andando. Lo dicho, como marcianos de otro planeta pero que siguen reventando estadios de todo el planeta precisamente gracias a las canciones de aquellos discos.
EL PESO DEL PROPIO LEGADO
No hay un consenso claro a la hora de fijar el punto de inflexión en la trayectoria de U2, ese momento en el que se acabó la época gloriosa, pero parece claro que estaría en el álbum ‘Pop’ (1997), con su acomodado epílogo de vuelta a casa All That You Can’t Leave Behind (2000).
Todo lo que vino después es correcto, está bien, con momentos ciertamente álgidos y con su último gran hit, “Vertigo” (2004). Pero algo había cambiado y ya aparecían inalcanzables las cotas conquistadas con The Joshua Tree (1987) y Achtung Baby (1991). Y lo peliagudo es que todo lo nuevo del grupo se compara sí o sí con esas dos joyas.
Aceptando esto, lógicamente los nuevos temas “The Blackout” (con su músculo noventero) y “You’re The Best Thing About Me” salen perdiendo comparativamente. El legado de U2 es principalmente The Joshua Tree y Achtung Baby y este regreso no está a la altura de eso. Pero es notable por diversos motivos.
Principalmente es notable porque aunque ambas canciones suenen a U2, claro, también hay cierto riesgo. Hay estructuras complejas (inconexas dirán algunos, ya sabemos), hay arreglos interesantes e incluso tenemos a Larry Mullen Jr rompiendo el ritmo esperable de la batería en “You’re The Best Thing About Me”.
Seguro que para el cuarteto sería sencillo lanzar un disco al año repleto de autocomplacencia (¿AC/DC? ¿Depeche Mode?). Es probable que en 41 años hayan aprendido a hacer canciones que gusten a sus fans, pero optan por complicar un poco la jugada y, de paso, buscar nuevos seguidores ahí fuera. Hay desafío en esa actitud.
UN REGRESO NOTABLE
El decimocuarto disco de estudio de U2 llegará el 1 de diciembre, con el título de Songs of Experience. Será entonces cuando se pueda juzgar debidamente su vuelta, pues la banda, como procede a gente de su edad, sigue pensando en discos, aunque al mismo tiempo luche por facturar un single de éxito.
Para esto último, “You’re The Best Thing About Me” tiene posibles porque es una canción fresca, sin estridencias, bien terminada, con una melodía pegadiza y la suficiente dosis de guitarra enchufada a volumen aceptable para la mayoría. Y además suena a U2 y cuenta con un estribillo que, sin ser egregio, es efectivo.
Los fans de U2 de toda la vida han envejecido y piden a U2 que no envejezca, que mantenga aquella llama. Sin darse cuenta, eso es precisamente lo que el grupo está intentando al no acomodarse. Porque no habrá más números 1 en las radiofórmulas de gente como Bruce Springsteen, AC/DC, Bon Jovi, Depeche Mode o los Rolling Stones.
Aunque todos esos nombres intocables sigan llenando estadios, no volverán a estar de moda sonando en todas partes y marcando tendencia entre la muchachada, que al final es la que manda en el negocio musical, porque ya no es su momento para eso. Más que probablemente tampoco habrá otro gran número 1 de U2, pero no será por falta de ambición.
Fuente: CulturaOcio.com