U2 rompe el horizonte
Arrasan con su nuevo disco, ‘No Line On The Horizon’. Los cuatro fantásticos de Dublín nos reciben en Fez (Marruecos) para hablar de buena música y mucho más. De España, la crisis, la religión. Y de su gira, que arrancará en Barcelona.
Bono, tal vez el cantante más famoso de la última década, se levanta del sillón de una lujosísima suite en un lujosísimo hotel de Fez (Marruecos) e imita a un boxeador metido en un cuadrilátero. Suelta un directo de derecha al aire y ese golpe va dirigido a un país: España. “España… Ha sido trágico y a la vez emocionante. En los últimos tiempos, los españoles han logrado realizar una transformación que realmente ha llevado a su país a convertirse en una nación poética. La igualdad de la mujer, todas esas leyes sociales, el querer estar en la vanguardia… España se adelantaba, estaba bajo los focos, no podía ser más prometedora y sexy, orgullosa, inteligente. Y de pronto: ¡Buuuuump! La nariz empieza a sangrar. Pero, ojo, España ha tenido grandes narices sangrantes en el pasado y el espíritu es algo que no se pierde… Ahora mismo puede estar postrada, pero no rota. No rota, eso está claro”. Paul David Hewson posee, a sus casi 49 años, el poder de la convicción. Las palabras salen de su boca con tal fuerza, con una energía tan arrolladora, que poner en cuarentena su sinceridad resulta una empresa imposible.
La voz del grupo U2 cuenta con un pasado, unas estadísticas y un carisma que le impiden, le niegan la posibilidad, desde hace años, de existir como un ser humano convencional. Bono, así se autobautizó a finales de los setenta, casi un año después de lanzarse a la carretera, destila magnetismo, seguridad y aplomo. Su banda ha vendido más de 145 millones de discos desde que se fundó, hace 30 años, y, pese a haber dejado los estudios con 16 años, ha conseguido que las personas más poderosas del planeta no sólo le den audiencia, sino que busquen fotografiarse con él. Y, además, que sus plegarias sean atendidas: sus empeños, esfuerzos, convicciones en la lucha contra la pobreza y la pandemia del sida en África. George W. Bush, Juan Pablo II, Barack Obama, Bill Gates, Giorgio Armani, Angela Merkel, Damien Hirst, Gordon Brown… son todos los que están, pero no están todos los que han acudido a la llamada del activista irlandés.
Han pasado cinco largos años desde que la garganta de Bono dijera su última palabra cantada frente a un micrófono en un estudio de grabación: Nobody (nadie). Un lustro en el que han ocurrido cosas como una gira mundial con el anterior trabajo de U2, How to dismantle an atomic bomb, descanso y la fabricación de las 11 canciones que componen su duodécimo disco. Una colección de poemas con un título muy acorde con los tiempos de depresión que vive el planeta: No line on the horizon (no hay línea en el horizonte). Ahí está el Bono letrista, el líder rockero e hiperactivo para subir la moral, para no defraudar a la audiencia. Un público fiel. En su primera semana a la venta en España, el disco logró un platino. Lo que no consiguió ni Bruce Springsteen en seis semanas con su último trabajo. En menos de 24 horas, el fenómeno irlandés despachó más de 350.000 entradas para los conciertos de su próxima gira mundial, a la que le han dado el nombre de 360.
“El futuro necesita un gran beso”. Así de contundentes. Ésta fue la primera frase que se radió en todo el mundo como lanzamiento planetario de No line... ¿Quiere esto decir que debemos ser optimistas pese a la que está cayendo?
“Sí, tenemos que ser optimistas. España e Irlanda encabezan las listas de los países a los que más afecta esta crisis, pero se suele decir que no hay miedo peor que el miedo a uno mismo. El resultado es una debilidad terrible. Es tan frustrante asistir a lo que está ocurriendo… La atmósfera en Irlanda es de una depresión que asusta. La gente ha pasado de la preocupación a la amargura, y eso no es bueno. La preocupación es buena; la amargura, no. Todo esto echa a perder la creatividad. Escuchemos a Bob Dylan en Brownsville girl: “If there’s an original thought out there, I could use it right now” [si hay un pensamiento original ahí afuera, lo usaría ahora mismo]. Tenemos que pensar en ello: el capitalismo es oscuro, está en la oscuridad, y en el proyecto de la globalización la gente se pregunta: ¿todo esto es para la mayoría o para una minoría? Estamos en un momento en el que es necesario hacerse ese tipo de preguntas. Hay que pensar que las crisis o las emergencias sirven para que el mundo despierte, para que soñemos con una forma radicalmente distinta de hacer las cosas. Para imaginar de nuevo las acciones de las que somos capaces. Ocurrió después de la I Guerra Mundial con la independencia de las colonias, después de la II Guerra Mundial con la creación de las Naciones Unidas, la Declaración de los Derechos Humanos, el Banco Mundial… Y éste es uno de esos momentos y es estupendo. Se puede pensar que hay mucha estrella del rock nada humilde que querrá sacar partido de lo oscuro. Bien, pero los artistas en todas las sociedades han tenido mucho que decir. Vale, Irlanda está llena de predicadores locos, de borrachos… Fuera de broma, creo que todos tenemos algo que gritar. La innovación y las ideas originales ganarán la partida. Es alucinante lo innovador que puede ser el ser humano cuando se encuentra bajo presión”.
Larry Mullen Jr. (baterista), The Edge (guitarra y coros), Adam Clayton (bajo) y Bono (voz) se comprometieron como cuarteto en 1978. La culpa fue del baterista, el más joven. Clavó con una chincheta en el tablón de anuncios de su colegio de Dublín un papelito a la búsqueda de músicos dispuestos a montar una banda de rock. Otro loco. Le tocó el premio gordo.
En 2006, dos años después de alimentar a los fans con How to dismantle…, los cuatro se pusieron en manos del productor Rick Rubin. La idea era vomitar la vertiente más dura de U2. Fabricar un disco tan enchufado que electrocutase desde el primer compás. U2 lo desechó. No más experimentos después de Pop, ese disco en el que se volvieron locos. Tanto que no había por dónde coger ni siquiera los estilismos elegidos. Mucho mejor volver con Brian Eno, ese genio capaz de convertir un agujero negro en blanco o darle la vuelta como un guante a una banda en la cúspide de su carrera. Los propios U2 ya tuvieron una magnífica experiencia con el sexagenario que se hace llamar creador de paisajes sonoros. Fue el cocinero de The unforgettable fire en 1984, y de la confirmación de U2 como la mejor banda de rock del momento con el gran The Joshua tree.
No line… es el primer trabajo de U2 en el que firman hasta siete canciones conjuntamente con dos de sus productores: Eno y Danny Lanois. ¿Qué opina de estas colaboraciones el creador de U2, ese hombre con nariz de boxeador, que mira a los ojos y suelta frases contundentes como el sonido de sus tambores? “Lo que ocurre cuando trabajas con una persona como Brian Eno es paradójico. Él no está interesado en una banda de rock, él es más estático. De hecho, no creo que le guste mucho la música de U2, no creo que nuestra propuesta sea el tipo de música que a él más le gusta. Pero eso es lo que hace que resulte mágico. Hace que nos olvidemos de la formación típica de guitarra, bajo y batería, y busquemos más allá. En mi caso, funciona de tal modo que sabes que la batería está ahí, pero a veces suena como percusión africana, india, americana… Lo mejor de Brian es que nos quita los vicios de banda de garaje, y eso nos hace crecer”.
Crecer. Perfecto. Pero un líder con el carisma de Bono, con esa agenda que para sí quisiera cualquier primer ministro, con ese empuje por las causas justas, dos veces propuesto para el Nobel de la Paz, ha de enfrentarse también a sus contradicciones. Fue educado por una madre protestante y un padre católico. La Iglesia, la Biblia y Dios son una constante en sus declaraciones. ¿Qué opina Bono, entregado a la lucha contra el sida, de las declaraciones del papa Benedicto XVI condenando en suelo africano el uso del preservativo? “Si busco una respuesta religiosa, buscaré a Dios y escucharé al Papa; pero si necesito un consejo médico, acudiré al doctor. Las personas que están dejándose la piel sobre el terreno, las que viven día a día el drama, las que están en África asistiendo a la muerte por sistema, nos dicen que los preservativos son esenciales. Cualquier persona con un mínimo de sensibilidad sabe que eso es así, especialmente los misioneros católicos que luchan sobre el terreno. Pero en el abc de la lucha contra el sida se nos olvida una letra: A de abstinencia, B de fidelidad (be faithfull en inglés), C de condones; pero en esta ecuación ha de integraser la L de liderazgo. Y no comprendo que la Iglesia católica haya perdido ese liderazgo. La Iglesia no puede quedarse solamente en ofrecer consuelo; los activistas hemos conseguido que millones de niños tengan una escuela en África y la Iglesia católica de veras que se merece tener un liderazgo en estas cuestiones. Mi fe me lleva a pensar que es algo maravilloso pensar en Dios. Todos los músicos somos conscientes de que se nos ha otorgado un don magnífico y emocionante. Tus dedos se colocan en el traste de una guitarra, tocan una nota y, por algo superior, aparece de la nada la siguiente nota. Yo vivo mi fe. Tal vez es fácil decirlo, sobre todo formando parte de un grupo como U2, porque hemos conseguido convertirnos en una gran mierda [Risas]. En serio: hacemos canciones, tenemos un mensaje y para mí es un milagro que me hayan otorgado esta vida tan alucinante: por eso creo que es de ley pararse un momento cada día para decir: gracias, Dios”.
‘No line on the horizon’ es un disco vibrante, pero al mismo tiempo muy triste: en sus líneas se cuenta la historia de un yonqui que al fin encuentra su momento de rendición; un policía motorizado que escupe palabras de renuncia y regreso; un periodista que, en la habitación de un hotel en Líbano, confiesa que prefiere la ausencia del hogar como una elección dolorosa... La partitura es poderosa; las guitarras de The Edge, una presencia innegociable. Él ha creado un lenguaje propio con las seis cuerdas, los secuenciadores, los pedales y los amplificadores. Un idioma infinitamente copiado por otras bandas que les quieren arrebatar el trono. The Killers, Coldplay, Interpol, hasta los teclados de Keane han llegado a tener ecos de la piedra angular de U2. Pero el grupo está de promoción y no es bueno definir No line… como un disco triste. Lo es y no lo es.
Los almuédanos de las mezquitas de Fez llaman a la oración y la voz de Bono se superpone a sus cánticos: “Es increíble su parecido con la canción tradicional irlandesa. Pero a lo que vamos: no creo que esté triste en este momento. Es cierto que lo estuve y mucho, sobre todo cuando murió mi padre. Pero he dejado que esa sensación se disipe. Me pongo de rodillas y doy gracias a Dios por haber tenido el padre que tuve, por lo que me dio, pero también por lo que no me dio. Porque la pérdida te crea un vacío, pero la forma en que vives ese vacío define el tipo de persona que eres. Eso sí, el dolor, y ésta es la mala noticia, jamás te abandona, nunca se marcha. Pero cambia de forma, de temperatura, pasa del estado de congelación a una extraña forma de tibieza. Muchos músicos hemos partido del abandono; no hay más que pensar en John Lennon, por ejemplo. Creo que la solución es llegar a un pensamiento que también es rock: nada importa, la enfermedad o que se haya matado en un accidente de coche, ¿qué más da?, el resumen es que la vida jodió a tu padre. Sin más. Lo que quiero decir es que uno encuentra cierto descanso cuando logra transformar lo negativo en positivo. Y, mira, lo que hemos tratado de hacer con este disco es coger toda esa melancolía, toda esa tristeza, y transformarla en alegría, pero alegría en vena”.
Sentimientos hechos verdad de una estrella del rock. Pero ahí está Larry Mullen para bajar a la tierra: “Creo que la gente piensa que los cuatro compartimos absolutamente todo, y eso es un problema. No hay duda de que Bono es un activista, es la persona que es y resulta muy brillante en lo que hace; pero él no representa a la banda en todo lo que se propone, él representa a una parte del grupo. Esto no hay que traducirlo en un desaire para él. Nuestra banda no funciona como la mayoría. Nosotros somos una democracia. Somos un grupo que comparte todas sus ideas. Bono es Bono y no quiero que al resto se nos vea como si fuéramos obreros. Tenemos nuestros problemas y nuestras peleas, pero son fundamentalmente sobre la música, y en esas trifulcas llegamos a maravillosos acuerdos. Sobre otras cosas, no tanto, y eso es lo que nos hace seguir juntos. Pero tampoco nos engañemos, U2, visto desde fuera, parece un grupo de cuatro amigos irlandeses que se dedican a hacer música, eso es así, pero no solemos irnos de vacaciones juntos. No”.
Fez se vuelve oscura y entonces es cuando Adam Clayton cuenta que abandonar sus adicciones le costó la friolera de 10 años. “Sin dudarlo, los mejores de mi vida”, remacha. Bono no puede quedar al margen de esta cuestión: “¿Diversión sin conocimiento o sufrimiento? Es una elección terrible. Pero para mí eso es el rock & roll: la superación, echarle arrestos para tirar de tu propio carro y de lo que haga falta. Eso gritamos en la canción Breathe: todos los días hay que nacer y reinventarse. Continuamente. Encontrar el coraje para abrir la puerta de tu casa y entrar en la vida”.
La industria musical está como está: atacada por las palabras “U2 discografía completa” tecleadas en un buscador de Internet. No queda otra opción que los conciertos en directo; la comunión con canciones emocionantes por las que hay que pagar sí o sí. Así que los cuatro irlandeses se van a embarcar en un proyecto a la altura de su fama y su tirón. “Será algo nunca visto antes”, afirma The Edge con la sonrisa de un crío al que le ofrecen un caramelo. El comienzo de esa aventura: Barcelona. El Camp Nou. Un aforo total de 90.000 espectadores. Todas las entradas se vendieron, el pasado 25 de marzo, en 54 minutos. Y al día siguiente se añadió una segunda fecha en la misma ciudad. La nueva apuesta de U2 tiene forma de araña de cuatro patas. Una estructura mastodóntica, con altavoces en todas las direcciones, que cobijará al grupo de tal forma que desde los 360 grados de una circunferencia cuyo centro sea el mismísimo Bono se podrá disfrutar de la mejor banda del momento con total visibilidad. Encima, predican con el ejemplo: la entrada más barata, 30 euros.
Acaba ese momento único en Fez. Cómo no preguntar por el amor: “¿Qué es el amor? El amor es el momento en el que te das cuenta de tus potenciales, de lo que puedes ofrecer; en ese momento puedes ofrecer sin ego, sin egoísmo”. Así es Bono.
Fuente: ElPais.com