Descubrir una nueva identidad también es un tema que emerge en nuestra conversación, que va desde Mandela y la maratón de trabajo en el próximo disco de U2, que aun sigue con la tentativa fecha de lanzamiento para este verano europeo, a las primeras influencias en la identidad y visión del mundo de la banda.
“He estado pensando mucho sobre esto a causa del disco nuevo,” dice Bono. “Me sentí atraído por las películas que te modelan y te hacen lo que eres.” También ha estado repasando la música que encendió las primeras visiones de nuevas posibilidades de U2 (Joy Division, Kraftwerk, los Ramones) y el entusiasmo de fans que los hizo agarrar instrumentos y lanzar Feedback, tal como U2 se llamó brevemente muy al principio.
“No quiero crecer fuera de eso,” dice Bono (cuyo nombre real es Paul David Hewson). “Nos auto-consideramos haber sido las personas que pasaron de público, en aquellos primeros shows de punk rock, al escenario. No había 'ellos'; era solo 'nosotros'. En realidad nos sacamos del público y nos metimos al escenario antes de que pudiéramos tocar.”
“No hay ellos / Solo nosotros”, es una frase talismán que no solo refleja la ética fundacional de U2, sino que las implicaciones del nombre de la banda y su compromiso de largas décadas con conflictos e injusticias, desde Irlanda y Nicaragua a Etiopía, Somalía y Sudáfrica. (También sucede que es el último estribillo de “Invisible”, la continuación de U2 para “Ordinary Love” y el primer indicio de a dónde está apuntando el disco.) Dada la estrecha relación de U2 con el primer líder negro de Sudáfrica, que evolucionó desde lo político a la amistad personal, se siente que ganar este Oscar en particular sería una reivindicación más allá de un galardón en su carrera.
Cuando traigo a colación lo de los Premios de la Academia, Bono muestra entusiasmo sobre los otros nominados en la categoría y la dura competencia, diciendo que ha estado instando a la banda a bajar las expectativas sobre ganar. Pero “si la canción consigue ganar,” dice, “le daría toda una nueva impronta a nuestro público, lo que sería genial. Me encantaría si tuviera vida fuera de la película. Porque pusimos gran parte de nuestra vida en la canción y, espero, en su vida, la vida de Mandela.”
U2 siendo U2, y Bono siendo Bono, este interludio en la temporada de premios debe ser contada junto a una sucesión borrosa de movimientos rápidos y actividades de alto perfil en los recientes meses. En junio, por ejemplo, el cantante y su esposa se juntaron con Michelle Obama y sus hijas para almorzar en este mismo pub mientras el presidente Obama estaba asistiendo a la cumbre del G8 en Belfast. En noviembre, Bono presidió su colaboración con el diseñador de Apple Jony Ive y con el colega de Ive, Marc Newson, en una subasta en Sotheby's New York de objetos de excepción y diseñados especialmente que recaudó unos 26 millones de dólares para el Fondo Global de Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria. En diciembre, Bono asistió al funeral de Nelson Mandela en Johannesburgo. A principios de enero, U2 estuvo en California filmando un aviso para el Súper Bowl y el video musical de “Invisible” que recaudó otros 3 millones de dólares (de Bank of America) para la organización (RED) de Bono, y actuó en el hotel Montage en Beverly Hills, para recaudar fondos para la fundación de Sean Penn, Help Haiti Home, antes de asistir a los Globos de Oro, donde U2 ganó en la categoría mejor canción original.
Una semana después, fue anunciado que U2 sería el invitado musical en el primer Tonight Show de Jimmy Fallon que se transmitirá desde Nueva York el próximo 17 de febrero, y entonces Bono estuvo en Davos, Suiza, abordando el tema del progreso sobre la extrema pobreza con el Primer Ministro británico David Cameron y advirtiendo a los Amos del Universo que “Hay una avalancha de cinismo sobre nosotros solo por estar aquí, y el capitalismo está en el banquillo de los acusados, y el jurado va decidir basado en cómo hacemos frente a estas cuestiones, no en lo abstracto, sino en lo concreto.”
Claramente, cualquier observación cercana de U2, cuyos miembros incesantemente zigzaguean alrededor del planeta como quarks, es un problema complejo de física. Pescar a Bono en su bar local ha sido una cosa casi de persecución, y para cuando di con toda la banda, varios días después me encontré en una sesión de fotos en West London, en una vieja fábrica de autos Sunbeam convertida en un estudio fotográfico.
Sentado con los miembros de U2, entre equipos fotográficos, pronto surge que componer y grabar “Ordinary Love” fue la mayor interrupción en el ritmo de U2 y aun está teniendo funestas repercusiones. El intenso trabajo sobre el 13er disco de la banda, el primero desde “No Line On The Horizon” de 2009, estaba en marcha durante el verano, con fecha de lanzamiento, como objetivo, para diciembre de 2013, cuando Harvey Weinstein, co-presidente de The Weinstein Co. y viejo amigo de Bono y de la banda, los contactó en nombre del productor sudafricano de la película Mandela, Anant Singh, y del director Justin Chadwick para solicitarles una canción para la película que estaba casi terminada.
“Cuando tuvimos la llamada de Harvey que decía, 'Está sucediendo, ¿están dentro?', fue como, '¿Hombre, en serio? ¿Ahora?',” dijo The Edge, el guitarrista de U2 en cuyo pasaporte se lee David Howell Evans. “Pero tuvimos que hacerlo, con la historia que tenemos con el hombre y la causa.”
“Fue difícil parar lo que estábamos haciendo,” dice el baterista Larry Mullen Jr. “Estábamos en racha, estaba claro a dónde íbamos. Y se tomó la decisión de abandonar el barco, más o menos, para enfocarnos en eso.”
A pesar del desasosiego, los cuatro miembros no expresaron arrepentimiento al respecto de hacer la canción (la nominación al Oscar ayuda), y están ansiosos de detallar la participación de largo tiempo de U2 en el movimiento en contra del Apartheid de los 70 y 80, desde los primeros días de la banda a la liberación de Mandela en 1990 y el surgimiento de la libertad en Sudáfrica. Juntos con Amnistía Internacional, fue el primer compromiso político internacional de U2. “Este fue un proyecto al que solo no podías decir que no,” dice Adam Clayton, el bajista de U2. “Para nuestra generación, Sudáfrica fue una ilustración real de cómo la música podía afectar un cambio en el mundo, y fue como pasar de adolescente a hombre en términos de nuestra conciencia política.”
Al crear “Ordinary Love,” U2 fue característicamente obsesionado, pícaro y vacilante. “Tuvimos tres o cuatro caminos para hacerlo bien,” dice Bono. “La letra cambió de rumbo para mí después de leer sus cartas de amor a Winnie. Quizá la razón por la que ellos nos lo pidieron era para generar un momento del tipo 'Pride (In The Name Of Love)', pero no parecía correcto. El único lugar en su vida en el que sintió que fue un perdedor en el conflicto, en el que sus enemigos habían prevalecido, fue en su matrimonio. Simplemente no podía hacer ese trabajo, y la parte más importante de esa película es la historia de amor.”
Dice Weinstein: “Edge es tan riguroso con la música como nunca antes había visto. No teníamos la canción a tiempo para la proyección en el Festival de Cine de Toronto [en septiembre]. Ellos perfeccionarían la canción, y las fechas límites fueron desestimadas. Y no es porque fueran difíciles, sino que querían hacer las cosas bien.”
La cuestión de cómo de mala manera “Ordinary Love” freno el impulso en el aun sin nombre y largamente esperado próximo disco, no es fácil de contestar desde el opaco círculo interno de U2, pero las distracciones se vieron agravadas por los trabajos de promoción de la película, la pausa para lamentar la muerte de Mandela y las luminarias de las nominaciones. La trayectoria de la banda en el estudio está repleta con evidencias que U2 es perfectamente capaz de languidecer sin la necesidad de ayuda externa. (Bono había estado bromeando que el título provisorio del disco en proceso es “Inseguridad”). Como siempre con U2, las informaciones y rumores se arremolinan alrededor de productores y colaboradores yendo y viniendo: Danger Mouse (el nombre artístico de Brian Burton), Paul Epworth, Ryan Tedder...
“Siempre hemos necesitado colaboradores que nos desafíen,” dice Mullen. “Somos lentos para aprender. Necesitamos ser creativos, a la vanguardia, desafiantes, y es en realidad muy duro, implacable, y somos implacables, y tenemos historia de ruptura con ingenieros, productores. Quiero decir, la gente sale de trabajar con U2 y dice, 'Simplemente no se lo que pasó; se siente como que ha pasado toda una vida.' Y esa es la forma en la que trabajamos.”
Agrega Bono: “El disco no estará lista hasta que esté listo. Pero en este momento, la gente está caminando algo distinto, bueno, no están caminando, están corriendo como a una línea de meta. Hay un par de canciones que son parte de la historia que no hemos finalizado. Sabemos que tenemos que pasar un par de años llevando esas canciones alrededor del mundo, así que más vale que sean buenas.”
Si eres un fan (el escritor levanta la mano), tener la oportunidad de ver a U2 durante una sesión de fotos, estudiar la interacción y el lenguaje corporal, olfatear el aire psíquico que los rodea y luego conversar con ellos es una especie de sueño realizado del rock, con insinuaciones a los Fab Fours, Glimmer Twins, Zimmermans, The Boss y The Clash. Teniendo en cuenta que estos son ahora cuatro hombres en sus 50 años, que han estado jugando a las estrellas de rock por 37 y tantos años, es una imagen impresionante. Están en forma, y manifiestamente se desarrollan en mutua compañía. “En este punto, es como una especie de percepción extrasensorial,” me cuenta luego Weinstein cuando lo pregunto sobre la química de U2. “No creo que necesiten hablar. Una mirada lo dice todo.”
Bono con sus tres compañeros de banda es una bestia completamente diferente que Bono solo, más ligero, más suelto, infundido con regocijo. Tal como T. Rex de Spotify lleva el ritmo en un espacio inmenso, y la mayoría del séquito femenino de U2 vestidas de negro revolotean de aquí para allá, la estilista, consultora y vestuarista Sharon Blankson, una amiga de los miembros de la banda desde que eran niños, está de vuelta y va y viene de un lado a otro del monitor para ver cómo sus chicos están pasando ante los destellos de la cámara.
Por encima de todo esto fabuloso y del poder alfa-pop están algunas de las preguntas molestas de las cuales los miembros de U2 serán los primeros en preocuparse. Para empezar, toda la noción de ser una banda de rock súper estelar dominante de charts está en grave peligro de volverse un concepto obsoleto. Tener vendidos 150 millones de discos y ganados 22 Grammys está muy bien, pero se esta volviendo solitario U2 en la cima, rodeados tanto por los confiteros pop, los monarcas del hip-hop, los sombreros cowboys, Taylor y Adele, y los lugares vacíos donde muchas de la bandas de rock & roll solían estar. Los ganadores de dos de los tres más grandes premios de rock en los Grammys de este año fueron una única mezcla de Paul McCartney y exmiembros de Nirvana, y un disco de un concierto de reunión de 2007 de Led Zeppelin. Aunque merecidos... ¡Dios mío!
El último gran momento de U2 giró en torno al lanzamiento de “No Line On The Horizon” en febrero de 2009, seguido por la gira 360º de dos años, tres tramos, y con tickets completamente agotados. Para cuando terminó en julio de 2011, 7.1 millones de tickets habían sido vendidos totalizando unos 737 millones de dólares, haciendo del U2 360º Tour la gira de mayor recaudación de la historia.
Fue un éxito masivo y gigantesco (y los shows fueron trascendentes), pero “No Line On The Horizon”, un disco aclamado que se encuentra entre los mejores trabajos de U2, vendió 5 millones de copias, una decepción solo en el contexto de las enormes ventas de U2 antes de la implosión del negocio de la música. Uno de las muchas cosas aterradoras que Bono ha dicho de hacer su trabajo más dificultoso es que “ser relevante es mucho más duro que ser exitoso.” Y U2 todavía anhela relevancia y se estremece ante la idea de “volverse una rockola,” como dijo alguna vez Mullen.
“No queremos ser para siempre unos artistas clásicos,” dice Edge. “Puede suceder, pero haremos lo imposible en ese sentido. Sentimos que el lugar para nosotros es ser parte de la conversación de la cultura, música, cine, y todo los demás que sea contemporáneo, y no vemos la razón por la que no podamos, porque ha sido posible para varios artistas en diferentes formas. Frank Lloyd Wright, el día que falleció, estaba diseñando las cosas más increíbles, queremos ser parte de eso en lugar de envejecer con gracia.”
Mirar a U2 en términos de discografía y ventas de tickets y discos es, de alguna manera, ver en la dirección equivocada, ya que la banda se prepara para reconquistarse a sí misma y al mundo una vez más. Una de las más grandes historias de negocios de la música pop es cómo U2 nunca se dejó exprimir por la industria discográfica, reteniendo la propiedad de sus publicaciones y masters, montando una tras otra giras espectaculares y tecnológicamente sin precedentes, construyendo una base de fans mundial y ahora negociando con las compañías más grandes del entretenimiento y la tecnología como un par, no como un suplicante.
(Los más dolorosos y traumáticos emprendimientos de U2 tendientes a ser proyectos laterales audaces, como Spider-Man: Turn Off The Dark, el show de Broadway plagado de caos de 2011, con la música y letra de Bono y The Edge; que finalizó en enero, después de reportar pérdidas por más de 60 millones de dólares y un contratiempo legal embarazoso que involucró a la directora despedida Julie Taymor. También está la saga Elevation Partners, una firma de capital privado cofundada por Bono en 2004 que tropezó mal desde el principio, a pesar de su importante participación en Facebook que ahora está aumentando su valor.)
Todo esto se logró con un hombre, Paul McGuinness, en el trabajo de manager de la banda desde el nacimiento de U2 hasta noviembre, cuando Principle Management Ltd., la compañía que fundó en 1984, fue adquirida por Live Nation en una acuerdo reportado de 30 millones de dólares que también trajo a Maverick, manejada por el manager de Madonna, Guy Oseary, a la división de artistas de Live Nation. Con el acuerdo, McGuinness, de 64 años, asumió un papel emérito en la organización de U2, y Oseary fue nombrado el nuevo manager de U2.
McGuinness es una figura excepcional que inspira temor en una profesión donde la continuidad es sumamente rara, las tácticas de comportamiento agresivo son comunes y la sabiduría no es por lo que los practicantes son famosos. Él fue, como dicen, “el quinto miembro de U2,” e hizo de él y de la banda personas muy ricas (según The Sunday Times se estima que la valor neto de U2 es de 852 millones de dólares). Tomando nota de lo frecuente que era que las bandas no dividieran las ganancias de forma equitativa, él persuadió a U2 de aceptar la división por cuatro desde el inicio. La filosofía y los valores que ideó en colaboración con U2 sistemáticamente eliminó las presiones que tenderían a romper comportamientos e impedir el crecimiento emocionalmente inteligente.
“Estamos diseñados para sobrevivir al éxito,” dijo Edge en un reciente tributo a McGuinness, una declaración que es sorprendente cuando se considera que es una fuerza inusual en la industria de la música. “Nunca hemos tenido la actitud de muchas de la bandas de nuestra era,” me dijo Edge, “que era que el negocio discográfico era la gran Babilonia y ser un colaborador era comprometer tus valores. Siempre hemos querido conocer a la gente del sello, la gente que representa lo que hacemos.”
McGuinness también parece haber logrado un raro hito final en el ámbito del management: una pacífica transferencia de poder. Tan dramático como los titulares fueron, el contenido es un cambio suave y sin fisuras. McGuinness y Bono han conocido a Oseary, de 41 años, y Oseary habló sobre los dos hombres como mentores y amigos, llamando a la transición “un adorable paso del bastón de mando.”
“Estoy muy honrado de ser invitado a la familia U2,” dice Oseary. “Es realmente una familia de negocios, un negocio familiar, una hermandad.”
Si Oseary, quien vive en Los Angeles, representa un cambio significante, podría ser un cambio en el centro de gravedad a la Costa Oeste. “Esa costa se está volviendo el lugar donde todo empieza y sucede,” dice Edge. “Todas las nuevas compañías tecnológicas, Guy está muy inmerso en eso. Estamos en buena posición para empezar la integración con nuevas oportunidades de encontrar a nuestros fans y hacer las cosas interesantes.”
Dice Oseary: “Los Angeles está más cerca a Silicon Valley que New York, Dublín o Londres. Lanzamos la canción de Mandela a través de nuestra relación con Facebook. Estamos trabajando con YouTube para el próximo video. Estamos trabajando con un montón de compañías en funcionalidad e innovación. Habiendo dicho esto, hay innovaciones en otros lugares. SoundCloud está en Berlín y Spotify es de Estocolmo.”
De vuelta en el pub de Finnegan, Bono tuvo su mirada puesta en los mismos objetivos, tanto para los propósitos de la banda y para sus organizaciones ONE Campaign y (RED), con la que ha recaudado más de 215 millones de dólares para la lucha contra el SIDA en África. “Hemos estado hablando con Bob Iger,” el presidente y CEO de The Walt Disney Co., “y aun no hemos encontrado la manera, pero sería la última compañía para llevar con nosotros en el barco de (RED). Él es como el presidente de California, ¿no es cierto?”
Bono también ha estado meditando desde hace varios años rejuvenecer su forma de arte, el disco, y localiza gran parte del problema en la pérdida del matrimonio de “escuchar y mirar” que los larga duración en vinilo alguna vez proporcionaron. Habló con compañías tecnológicas, incluyendo BlackBerry, y trabajó con el fotógrafo de U2, Anton Corbijn para producir Linear, una road movie sin diálogos cuya banda sonora fue una alternativa y previa versión de “No Line On The Horizon”.
El secreto, cree él, es poner la tecnología de visualización al servicio de la experiencia musical. “Es el arte del disco. No los videos, porque los videos demandan tu atención. Necesitas pensar que se supone que estás en un segundo plano cuando escuchas la música, una experiencia mucho más ambiental. La gente podría mirar mientras escucha, la manera en la que solíamos hacer cuando abríamos, por decir, Sandinista! de The Clash y te perdías en las letras. '¿Dónde están? ¿Dónde está Nicaragua?'”
“Este formato está llegando, el relanzamiento del arte del disco. Una pantalla de plasma, ¡poof! Tu teléfono, ¡boom! Mientras estás escuchando. Porque la música solía ser un medio de inmersión, no solo sónico, sino que también siempre estuvieron las visuales. Elvis es un fenómeno audiovisual. Los Beatles fueron audiovisuales. Es más y más difícil conseguir que la gente pague por un mp3, pero será más fácil cuando obtengas algo más interactivo.”
Le pregunté sobre la popularidad de U2 en Los Angeles, el primer lugar en los Estados Unidos donde la banda hizo el salto a espectáculo mayor de rock.
Él asintió con la cabeza. “Cuando la gente de por acá giran sus ojos y dicen, '¿Hollywood?',” dice, “suelo recordarles que más personas viven de su imaginación en esa ciudad que en cualquier otra parte en el mundo y que allí encuentro personas que son increíblemente optimistas sobre las posibilidades de la vida creativa. Incluso cuando son enigmáticamente cínicos, lo que para mí es un alivio, nunca siento que hago escoger mi bolsillo. Respeto el hecho que U2 no haya tenido el garrote vil que otros artistas capaces han tenido en las manos del negocio de la música, así que debería ser un poco más optimista. Es una comunidad que siento que ha sido una aliado, no un enemigo, por años y años.”
Con eso, Bono corre tarde, dice, para conducir al aeropuerto de Dublín y recoger al director Richard Curtis, uno de sus co-conspiradores en el arte y en el activismo. Y entonces, encubando nuevos complots y maquinando sus estratagemas, se ha ido.