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La historia del chileno que trabajó con U2

Diseñó los escenarios de sus shows en los 80, aparece en los créditos de sus discos y compartió giras. Aquí, sus vivencias.

Castro define al cantante de U2 como un tipo lleno de sensibilidad y calidez. Las charlas en torno a Pinochet y Víctor Jara fueron constantes en sus años juntos
René Castro (63) fue quizás el único seguidor latinoamericano de U2 que no hipotecó horas de sueño ni parte de su sueldo en conseguir un ticket para verlos en vivo. Su reserva ya estaba asegurada. La propia banda lo invitó vía mail a la primera fila del recital que darán el 20 de febrero en Sao Paulo, seis días antes de su aterrizaje en el Nacional. Pasajes y hotel incluido.

Un privilegio que guarda una historia de giras, brindis y lecciones mutuas: Castro trabajó como diseñador de escenario y afiches del conjunto entre 1986 y mediados de los 90. Mucho antes de que Bono y compañía se encumbraran como los emisarios pop del Tercer Mundo.

Su rol no sólo se limitó a las pinturas promocionales. Castro se convirtió en la bisagra que tuvo U2 para conocer relatos de perseguidos y exiliados por las dictaduras latinoamericanas. También fue el boleto de ingreso de Bono a la música de Víctor Jara y un compañero de ruta siempre dispuesto a brindar con whisky irlandés o jugar pool en California.

Bono junto a Castro en la época en época en que trabajaron juntos. El artista visual acompañó al cantante en sus inicios activistas
"Pero el Bono es re malo para el pool", aclara Castro. Y después profundiza: "Enganchamos por el tema de los derechos humanos. Fui la primera víctima del proceso chileno que él conoció". El pintor y artista visual documenta su relato con fotos y revistas que guarda en una bodega de su casa de dos pisos, enclavada en uno de los cerros de Concón que está frente a la playa principal, con la brisa marina colándose por las maderas y el tumulto veraniego como fondo. Ahí muestra sus imágenes con un Bono veinteañero, de pelo cayendo por los hombros, sombrero y mirada etílica. Y ahí vive desde 2004, cuando dejó 29 años de exilio en California.

Exilio y giras

Antes de ser arrestado la tarde del 11 de septiembre, Castro estudió arte y estuvo en la fundación del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), encargándose de la dirección estudiantil. Tras el golpe militar, fue torturado en el regimiento Tacna y en el Estadio Nacional, y vivió el destierro en Estados Unidos.

Ahí levantó un colectivo que en 1985 montó en el Mission Cultural Center de San Francisco una exposición acerca del exilio que maravilló a Bono. Como cualquier hijo de vecino, el cantante fue días después a visitar a Castro a su taller. "Llegó con todo U2, pero yo no los conocía. Les dije que no los podía atender. A Bono le gustó un grabado de Martin Luther King y se lo regalé. Su agente me dio dos credenciales para el backstage de un show en San Francisco. La más contenta fue mi hija", recuerda.

Claudia, la hija mayor de Castro, no fue la única afortunada de la noche. El propio pintor conoció de cerca a Bono y selló un contrato para encargarse de la escenografía junto a Willie Williams, iluminador histórico del cuarteto. Su prueba de fuego fue la gira que promocionó el disco y documental "Rattle and Hum" (1988), con escalas en Europa, Australia y Nueva Zelanda. El tour se llamó "Love town" y tuvo a BB King de telonero.

A Castro se le ocurrió que los focos proyectaran símbolos como una serpiente, una cruz y el signo dólar. Para los afiches, dibujó una luna cruzada por una guitarra, en solapado tributo a la hoz y el martillo comunista. De hecho, en varias web lo señalan como uno de los impulsores del simbolismo social en la gráfica U2. En la gesta le ayudaron los hijos del asesinado canciller chileno Orlando Letelier, que vivían en Estados Unidos. Como premio, Castro aparece en los créditos de ese documental y Bono le dedicó durante varios shows el tema "Out of control". Un mérito coronado con su rol en el tour "ZooTV", donde hizo que las luces salieran de viejos autos rescatados de la Alemania oriental. Toda una marca de esa gira.

Activista

Pero su mayor viaje con Bono no necesitó de luces. En 1986, Castro formó un grupo de ayuda para las víctimas de la guerra civil de El Salvador. Hasta allá llegó con Bono para ayudar a hospitales y escuelas. Fue un viaje anónimo, donde nadie se enteró del arribo del vocalista. Años después algunos diarios salvadoreños descubrieron la historia y recalcaron que junto al músico iba "su íntimo amigo chileno". "Fue muy productivo eso, porque Bono escribió 'Mothers of the disappeard' y 'One tree hill', del 'Joshua tree'. En este último tema habla de Víctor Jara y lo hizo porque en el viaje lo escuchamos mucho. También a Inti-Illimani".

La canción dedicada a las madres de los desaparecidos es otro puente entre Castro y Bono: en varios shows el vocalista cerraba el tema con la línea en español "el pueblo vencerá". Para evitar memorizarla, Bono le pidió al chileno que se la dictara a través del micrófono interno.

Una señal de confianza desgastada con el tiempo, pero que hoy se mantiene con correos electrónicos y llamados. "Es un tipo muy cálido. Pero dejé de trabajar con ellos porque era agotador, me absorbía. Hoy todo bien, aunque me decepcionó que se juntara con Bush. No era necesario", cierra Castro.

Preparando la agenda

No solo el concierto del próximo 26 de febrero ocupará el tiempo de Bono durante su visita a Chile. Según la productora DG Medios, encargada del concierto en el Estadio Nacional, el líder de la banda irlandesa recibirá tres invitaciones extras. Una para reunirse con el presidente Ricardo Lagos y con la reciente electa Michelle Bachelet. Otra para asistir a la cámara de diputados, quienes pretenden apoyar su candidatura al Premio Nobel de La Paz. Y otra para recibir un reconocimiento de manos del ministro de cultura José Weinstein. Pero eso no es todo. Organizaciones como la Unicef, el Hogar de Cristo y Un Techo para Chile también quieren extender algunas invitaciones.

¿QUIÉN ES?

RENÉ CASTRO

tiene 63 años, estudió Licenciatura en Arte en la Universidad de Chile y luego hizo clases en la Católica. Eso hasta 1973. En el exilio, se dedicó a la fotografía, a los carteles serigráficos y a la pintura, lo que le valió varias publicaciones en "The Village Voice" o "The Bay Guardian". Su trabajo vuelve a Chile en 2000, cuando trae su exposición fotográfica acerca del "Gay Parade" de San Francisco al Museo de Arte Contemporáneo. En 2004 también mostró sus fotos del funeral de Salvador Allende en una exposición levantada en Quillota.

Fuente: El Mercurio