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U2 emprende un viaje a su pasado para hablar de nuestro presente

La gira de la banda irlandesa, que llegará aquí en octubre, recupera toda la potencia y la actualidad de su obra cumbre, a 30 años de su aparición, para probar que, en palabras de Bono, nada cambió, todo cambió

A través de los años, U2 se ha construido a sí mismo como un animal de la contradicción. Y revisitar The Joshua Tree, su obra cumbre, a treinta años de su composición, no deja de ser una más en su extensa trayectoria. Una hermosa contradicción que anteanoche duplicó su efecto en una ciudad como ésta, repleta de contradicciones.

Detroit, la ciudad del sueño americano motorizado y del índice de desocupación más alto de los Estados Unidos, de la opulencia económica y de los edificios abandonados tras la última burbuja financiera que le dieron un nuevo nombre: la ciudad fantasma. Hasta aquí llegaron estos predicadores irlandeses, con su propia Biblia bajo el brazo y una pantalla de 60 metros de largo por 14 de alto (promocionada, por supuesto, como la pantalla más larga de alta resolución usada en una gira), para reanudar el tour aniversario de The Joshua Tree, que en un mes aterrizará en el estadio Único de La Plata, concretando así la cuarta visita de U2 al país.

Este disco es considerado como un álbum icónico y como un signo de los tiempos en su momento. Pero si uno mira alrededor, puede darse cuenta de que hoy sucede algo parecido. Este concierto no trata sobre el pasado, sino que habla del presente. El tour manager de U2 Craig Evans nos recibe bien temprano en las entrañas del Ford Field, un estadio cerrado monstruoso con capacidad para 50.000 personas, y plantea la hipótesis de este show. Cuatro horas más tarde, es el mismo Bono quien se encarga de remarcarlo: Acá es donde todavía están ustedes, acá es donde aún estamos nosotros… Nada cambió, todo cambió.

The Joshua Tree fue el álbum que U2 compuso con la cabeza y el corazón puestos en los Estados Unidos, y los norteamericanos les devolvieron la gentileza convirtiendo a U2 en la banda más grande del planeta.

Es el álbum de las dos Américas, tal como se iba a llamar en un primer momento, y el disco que Bono escribió después de conocer personalmente a Bob Dylan (recuerden lo que pasó después de aquel primer e iniciático encuentro entre los Beatles y Dylan). Y es también, por supuesto, el álbum de la épica de Donde las calles no tienen nombre y Todavía no encontré lo que estoy buscando, de la tragedia de Madres de los desaparecidos (el tema inspirado por la primera visita de Bono a Nicaragua y El Salvador, a mediados de los años 80, que es un símbolo para toda América latina y que en nuestro país dejó imágenes imborrables con las Madres de Plaza de Mayo en el escenario), de la rabia de Dispara el cielo azul, del hit romántico y universal Con o sin ti y de grandes canciones injustamente ignoradas en los shows de U2 durante años como En el país de Dios o Corriendo para quedarse quieto. Nada cambió, todo cambió.

Temas indestructibles

El show está dividido en tres actos y el primero encuentra a Bono, The Edge, Adam Clayton y Larry Mullen bien juntos en una suerte de escenario B (con la forma de la sombra del árbol representada en el escenario principal), al final de la pasarela que los ubica en medio de sus fans, sin pantallas ni fuegos artificiales. Cuatro amigos que formaron una banda de rock y escribieron un puñado de buenas canciones para vos. Sunday Bloody Sunday, New Year’s Day, Bad y Pride (In the Name of Love). Un cuarteto de temas indestructibles de la era pre The Joshua Tree, una suerte de avance de lo que vendrá y también un inicio que le da forma de cuento autobiográfico a la gira. Como nunca antes, este show se mueve alrededor de la idea de fraternizar con su propia historia y también con su público (un acto reflejo de autodefensa, quizá también, luego del traumático último álbum Songs of Innocence y su polémico lanzamiento a través de los celulares que pareció marcarle una herida profunda a la banda).

Detroit es la ciudad de la invención, de la reinvención, de la historia, del futuro… la ciudad del milagro, ¿por qué no?, predica Bono, y entonces sí deja el clima ideal para lo que todos vinieron a buscar esta noche: The Joshua Tree, de principio a fin (y que se encienda esa pantalla del demonio que abarca todo el escenario).

El rojo furioso que hasta aquí siempre había sido el telón de fondo de Where the Streets Have No Name ahora es reemplazado por una carretera desolada en blanco y negro, filmada en 8K (o casi, como sostiene el tour manager de la banda) bajo el ojo estético de Anton Corbijn, el fotógrafo que eternizó a la banda en el desierto de Mojave para la portada del álbum y que ahora se encargó de actualizar la imagen que acompaña las canciones del álbum como si se tratara de pequeños cortos en 3D. Y sí, la tecnología al servicio de U2 una vez más es impactante.

Luego de los tres temas que abren el disco y que desde entonces nunca faltaron en los shows del grupo (Where the Streets Have No Name, I Still Haven’t Found What I’m Looking For y With or Without You), las canciones más olvidadas de The Joshua Tree se encargan de darle sustento conceptual a lo que hasta aquí había sido una secuencia de grandes éxitos. Y a través de las paredes escuchas la ciudad quejarse… Afuera es América. Afuera es América, se desgañita Bono, que se toma en serio aquello del mensaje intrínseco de estos temas y lleva su performance hacia el costado más dramático e intimista, dejando de lado al gran entretenedor de masas que es (para eso ya habrá tiempo, claro).

Porque este viaje/aventura propuesto por la banda encuentra realmente sentido en la cara dos de The Joshua Tree, con canciones como In God’s Country, One Tree Hill, Exit (con un The Edge tremendo) y un cierre una vez más con dedicatoria especial para esta ciudad, con la presencia de una hija adoptiva de Detroit como Patti Smith para acompañar al grupo en Mothers of the Dissappeared. Nadie se puede comparar con Patti Smith. Nosotros no hubiéramos escrito The Joshua Tree sin ella. Es un gran honor tenerla en el escenario, predicó Bono, y Patti Smith los bendijo a todos.

El futuro es mujer

Si el primer acto fue el pasado y el segundo el presente (entendiendo The Joshua Tree como una relectura de los tiempos que corren), el tercer acto es el futuro. Y el futuro según las palabras del mismo Bono, son las mujeres. El espíritu femenino es crucial en tiempos en que la hegemonía masculina está causando un caos, dijo Bono, y de allí que la parte final esté concebida como una oda a las mujeres y el espíritu femenino, con un telón de fondo, ahora sí, en estado multicolor.

Bono hace todos los trucos probados y aprobados por la Cámara de Cantantes Carismáticos, mientras The Edge se hace una panzada con una serie de riffs de su autoría. Primero, un repaso por los primeros cortes de difusión de sus últimos discos: Beautiful Day (unida a un fragmento de People Have the Power de la santa Patti Smith), Elevation y Vertigo (con Panic in Detroit, de David Bowie, encapsulada en el tema).

Luego Mysterious Ways, con el viejo truco de subir a una joven del público al escenario para bailar en representación de los fans de Detroit, y Ultraviolet (Light My Way), con la pantalla detrás disparando imágenes de las mujeres más relevantes de ayer y de hoy (mujeres que insisten y persisten), como si se tratara de una pieza warholiana gigante. El final, entonces, es para One y la campaña por un mundo mejor que, por más que Bono predique y predique, no llega. Afuera, en los Estados Unidos de América, los sindicatos de trabajadores se preparan para una gran movilización que se llevará a cabo al día siguiente. ¿Alguien habló de contradicciones en la industria del entretenimiento? Qué importa, el show debe continuar y éste, más allá de sus contradicciones, es un gran show.

Fuente: LaNacion.com.ar