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Chile: Los precios altos generan interrogantes

Que no huela a elite

Es probable que Bono no se haya enterado aún de la adicción chilena al crédito, y que jamás llegue a comprender cómo funciona la tarjeta de una multitienda. Al mando de una banda que desde hace unos años no puede permitirse ser ingenua, el irlandés se jacta de supervisar que el grueso puente de dólares entre su música y su público no llegue a colapsar por la codicia. Pero nadie puede preocuparse por el hambre en África y, a la vez, por las mesadas de los jóvenes chilenos. A medida que U2 se acerque al Estadio Nacional de Santiago, será responsabilidad de los fans determinar si en el gallito eterno entre arte y comercio hay alguien haciendo trampa.

Por mientras, les otorgamos el beneficio de la duda a las condiciones puestas por la productora local, y que incluyen las entradas más caras para estadios que hasta ahora registre la gira "Vertigo" -sí, en el mundo- y condiciones de compra inexplicadamente restringidas, limitadas a los puntos de venta dispuestos por una multitienda, y sin participación de agentes externos de boletos.

Por ignorancia, asumimos que una megaproducción debe megacobrarnos y, a la vez, megainvadirnos con publicidad, sin considerar circunstancias que sí hemos aprendido a distinguir en la compra de otros productos. Un concierto de estadio, por ejemplo, es por esencia una cita no exclusiva, que debiese compensar la menor cercanía con la banda y la incomodidad de una cancha de fútbol con un precio asequible. Del mismo modo, el público de países desarrollados acepta que se paga más por un espectáculo cuando así puede ahorrarse el caudal de avisaje no solicitado; que aquí probablemente inundará por igual a los de galería y marquesina.

Durante años, U2 no pudo llegar a Sudamérica pues se negaba a aceptar auspicios para sus giras. Cedió a partir del tour "Popmart", aunque con condiciones básicas que incluyen su rechazo a las tabacaleras o bebidas alcohólicas, y su negativa a aliar su imagen a la de un producto (hasta ahora, sólo el iPod ha sido digno de su tiempo). Del resto se ocupa el productor local de cada país, que es quien determina el precio de las entradas y el trato específico con los auspiciadores que él escoge. La banda asume que la mejor organizadora de conciertos de cada país trabajará con criterios de mercado y sentido común. El atrevimiento de esta vez por vender asientos a más de US$ 320 será como un experimento por ver si hay en Chile público dispuesto a pagar en Santiago más de lo que costaría tomarse un avión y ver lo mismo en Buenos Aires, o si los fans más fieles prefieren quedarse en cancha y enviar la diferencia a hambrientos de África.

U2 es un engranaje lujoso, técnicamente de punta y que sostiene sus costos con un innegable afán de lucro. Sin embargo, su impulso responde al espíritu del rock & roll, un género esencialmente callejero y masivo. Es Celine Dion la que hoy canta sólo en hoteles de Las Vegas; no Madonna ni Rolling Stones. A nadie le conviene que el regreso de la banda irlandesa a Chile huela a elitismo. Por generosa que sea la disposición del grupo en Santiago, para ganarse la venia pública necesitará también la ayuda comprensiva y respetuosa de sus socios.

MARISOL GARCÍA
Fuente: El Mercurio